La Importancia de Congregarse
Hebreos 10:25- “no dejando de congregarnos como algunos tienen por
costumbre…”
Después de ser salvos, toda nuestra vida tiene que ser una vida de adoración a Dios
porque la Palabra de Dios dice en Juan 4:23 que Él requiere adoradores que le adoren
en espíritu y verdad. ¿Qué significa adorar? En el Antiguo Testamento, la palabra
hebrea que se traduce como adorar es SHAKJÁ que significa “postrarse rindiendo
homenaje”. Esto implica los actos de inclinarse, poner el rostro en tierra, arrodillarse,
bajarse, humillarse, reverenciar. Todos estos actos indican que se reconoce el señorío
y la autoridad de aquel ante quien alguien se postra. En el Nuevo Testamento, la
palabra griega que se traduce como adorar es PROSKUNÉO que también significa
“postrarse en homenaje” y tiene la connotación de “besar como un perro lame la mano
de su amo”. Otra vez la imagen que transmite la idea de adoración es de someterse
ante el señorío del ser que se adora, en este caso, Dios.
En Miqueas 6:6-8, el profeta pregunta “¿Con qué me presentaré ante Jehová y
adoraré al Dios Altísimo?”. Es decir, ¿cómo adoraré al Dios Altísimo? Luego el profeta
responde: “… qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia (obrar con rectitud según
la ley de Dios) y amar (hacer) misericordia y humillarte ante tu Dios”. Queda claro que
la adoración a Dios va más allá del acto físico de postrarse, inclinarse o arrodillarse
ante Él. Ese acto físico tiene que ser impulsado por un reconocimiento de su señorío en
todos los aspectos de nuestra vida. Entonces la adoración a Dios se trata de que cada
acto de nuestra vida tiene que rendir homenaje a Dios, honrar a Dios, mostrar que nos
inclinamos ante su señorío, poder, grandeza, autoridad y majestad.
Cuando hacemos eso, nos estamos postrando ante Él. Le estamos adorando. En
nuestro empleo, adoramos a Dios cuando lo hacemos con excelencia, con honradez,
con integridad porque nos estamos sometiendo a sus principios y así le estamos
honrando. En nuestro hogar, como esposos, como padres, como hijos adoramos a Dios
cuando nos comportamos según los principios bíblicos. Con nuestros compañeros de
trabajo, nuestros vecinos y cualquier persona que nos encontramos, adoramos a Dios
cuando los tratamos con respeto, consideración y misericordia porque esto honra a
Dios.
La adoración a Dios que estamos llamados a practicar como creyentes en nuestra vida
diaria también se manifiesta cuando nos congregamos en la Iglesia. De acuerdo con
Hebreos 10:25, estamos llamados a congregarnos porque éste también es un acto de
adoración a Dios. Forma parte de nuestra vida de adoración a Dios. Congregarnos en
la Iglesia es una continuación o extensión de la adoración a Dios que practicamos todo
el tiempo en nuestra vida diaria. Esto es así porque nos postramos ante el señorío de
Dios y le honramos cuando dedicamos tiempo para ofrecerle nuestra alabanza,
escuchar su Palabra y confraternizar con los hermanos en la fe. Cuando alabamos a
Dios, lo estamos honrando. Cuando prestamos atención a Su Palabra, lo estamos
honrando y al unirnos con nuestros hermanos, lo estamos honrando. Eso también es
adoración. Por lo tanto, estas tres actividades hacen que sea muy importante
congregarnos. La verdad es que donde nos congregamos es en la Iglesia. El templo es
dondequiera que se reúne la Iglesia. Si nos reunimos por Zoom, nos estamos
congregando en la Iglesia. En ese momento, ése es el templo. Si nos reunimos en una
esquina de calle para predicar el evangelio, nos estamos congregando en la Iglesia. En
ese momento, ése es el templo. Si nos reunimos el domingo en un lugar, nos estamos
congregando en la Iglesia. En ese momento, ése es el templo.
Si miramos en el Antiguo Testamento, desde el principio, Dios manifestó su deseo de
morar con el hombre. Lo hizo a través de un lugar de reunión. Por eso ordenó construir
un tabernáculo (Éxodo 25:8-9). Más tarde, se construyó el templo (1Crónicas 22:6-
10). Al ser destruido, Dios movió a Ciro a reconstruirlo (Esdras 1:1-2). Este lugar de
reunión de Dios con su pueblo era importante como figura de lo que vendría a ser su
morada en la Iglesia. En ese tiempo, el pueblo veía el templo como la morada de Dios
porque Dios no moraba en las personas. Ahora, el templo donde mora el Señor es la
Iglesia. Por eso, el lugar no es lo más importante. Dondequiera que se congregue la
Iglesia se constituye en un templo porque Dios mora en el creyente a través del Espíritu
Santo. En Hechos 7:48-49, Esteban dijo que el Altísimo no habita en templos hechos
de manos. Salomón ya había dicho también en 2 Crónicas 6:18 que el templo que él
había edificado no podía contener a Dios. Estamos llamados a congregarnos porque,
cuando nos reunimos como Iglesia, ahí está la morada de Dios (Salmo 22:3).
El rey David fue un hombre que entendió la importancia de congregarse como acto de
adoración a Dios. David reconoció el señorío de Dios en su vida y, a pesar de sus
múltiples ocupaciones como rey, siempre consideró el lugar de reunión con Dios y su
pueblo como su lugar predilecto. En varios Salmos, David expresa el deleite que era
para él congregarse en la casa de Dios. David entendió la importancia de la alabanza a
Dios como parte de su adoración a Dios en el templo (Salmos 84:1-2). David entendió
la importancia de la confraternidad con los hermanos como parte de su adoración a
Dios en el templo (Salmos 133:1; 122:1). David entendió la importancia de escuchar la
Palabra de Dios como parte de su adoración en el templo (27:4).
Adoremos al Señor con toda nuestra vida. Postrémonos ante Él y honrémosle con
todos los actos de nuestra vida diaria y congregándonos en su Iglesia. Obedezcamos
Su Palabra: no dejando de congregarnos como algunos tienen por costumbre.