Cuidado con la idolatría oculta

“No tendrás dioses ajenos delante de mí” Éxodo 20:1-6


Cuando Dios libertó al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto y los llevó por el desierto hacia Canaán, la tierra prometida, lo primero que hizo fue darles la ley por la que debían regirse como pueblo escogido de Dios. Por medio de esta ley, Dios estableció un pacto con ellos en el que se comprometían a obedecer sus ordenanzas y Dios los tendría como su especial tesoro (Éxodo 19:5-8; 24:3-7). El pueblo de Israel adquirió un compromiso con Dios que no podía cumplir en sus fuerzas y efectivamente no lo cumplieron. 

Al darles la ley, el primer mandamiento que Dios les comunicó fue el que leemos en Éxodo 20:3: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” porque por ahí empieza toda relación con Dios. Si el pueblo no lo reconocía como su único Dios, era imposible que hubiera una relación entre ellos. ¿Por qué era fundamental que ellos entendieran esto? El pueblo de Israel estaba rodeado de naciones paganas que adoraban a una infinidad de dioses. De hecho, en el mismo Egipto, de donde habían salido, se adoraban diferentes dioses. El pueblo de Israel tenía que entender que hay un único y solo Dios verdadero y nada ni nadie puede ocupar su lugar; o Él ocupa el lugar que le corresponde o simplemente no está. Ya sabemos que este pueblo batalló con esta verdad a través de su historia como lo relata la Biblia. Una y otra vez, este pueblo cayó en la idolatría que es el pecado que señala este mandamiento. Desde el mismo principio, el pueblo de Israel se entregó a la idolatría cuando adoraron y honraron a un becerro de oro.

Cuando Moisés ya estaba para finalizar su ministerio, en Deuteronomio 6:1-5, él le recuerda al pueblo el pacto entre ellos y Dios, haciendo énfasis en el lugar que Dios debía ocupar en sus vidas (Vers.5). Sin embargo, el pueblo de Israel persistió en la idolatría y finalmente fueron llevados en cautiverio a causa de su idolatría. En Deuteronomio 29:22-28, Dios les había advertido de las consecuencias de su idolatría. ¿Por qué la idolatría merecía un castigo tan severo? Porque la idolatría nubla el pensamiento y lleva a la contaminación con toda clase de pecado (1 Corintios 10:1-8; Romanos 1:22-25). También sabemos que, como resultado del cautiverio, el pueblo de Israel se curó de la idolatría, según comentan sus historiadores y la profecía (Oseas 14:3, 8). Ése fue, entre otras cosas, el propósito de Dios con el cautiverio.  

Nos parecería que nosotros como creyentes ya no estamos vulnerables a la idolatría, es decir, a la adoración de otros dioses o a la adoración de imágenes que dizque representan a Dios. Seguramente no practicamos la idolatría de nuestros padres: esculturas, cuadros, imágenes, pero resulta que la idolatría va más allá. En 1 Samuel 15:22-23, Dios le dice al profeta Samuel que la obstinación es como los ídolos y la idolatría. Quiere decir que la obstinación es una forma de idolatría porque la obstinación es el querer hacer la propia voluntad. Cuando uno quiere hacer su voluntad por encima de la de Dios, se convierte en su propio dios. Ese fue la idea que Satanás le vendió a Eva: “Seréis como Dios” (Génesis 3:5).  Ese es el dios que impera en el mundo en que vivimos, el humanismo, el “yo” como centro del universo. En 2 Timoteo 3:2, Dios nos advierte que en los postreros tiempos habrá hombres amadores de sí mismos. Eso no es otra cosa que la idolatría del yo. El rey Saúl pensaba que él podía hacer las cosas a su manera porque era el rey, pero Dios lo desechó por su idolatría de obstinación. Debemos tener mucho cuidado en no caer en esa clase de idolatría. 

En Colosenses 3:15, Dios nos amonesta a hacer morir lo terrenal en nosotros, entre esas cosas, la avaricia que es idolatría. Quiere decir que la avaricia también es idolatría porque ser trata de un amor desmedido al dinero. Por lo tanto, para el que es avaro, el dinero es su dios. En varios pasajes del Nuevo Testamento, Dios nos advierte de la avaricia porque ese apego al dinero nos impide desprendernos para ser de bendición a otros. En Efesios 5:5, incluso dice que el avaro no tiene herencia en el reino de Dios. Ya vemos el caso de Ananías y Safira que su amor al dinero los llevó a mentir, querer figurar y finalmente a morir sin salvación.  

En Mateo 10:37, Jesús dijo: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o a hija más que a mí, no es digno de mí”. Aún nuestra familia se puede convertir en un dios ajeno cuando nos sometemos a sus caprichos por encima de los principios de Dios. Cuando ponemos a un lado los estándares bíblicos para acomodarnos o complacer a nuestra familia, estamos colocándola por encima de Dios y, en ese momento, mi familia es mi dios. Un hijo puede convertirse en un ídolo. El esposo o la esposa se puede convertir en un ídolo. Debemos tener cuidado con eso.  

Cualquier cosa puede convertirse en un dios para el ser humano. Hoy en día, se idolatran cantantes, jugadores deportivos, artistas, políticos, hasta predicadores. Muchos cristianos se declaran “fans” de tal o cual persona, que no quiere decir otra cosa que fanáticos, pero la verdad es que el creyente debe ser fanático de Cristo. Si nos llaman fanáticos, no debería molestarnos. Grave sería que nos identificáramos como “fan” de un ser humano.    

Es importante señalar algo más relacionado con el tema de la idolatría. Halloween es un culto a Satanás así lo quieran disfrazar de otras cosas. Es culto a la muerte, al ocultismo, la magia y las tinieblas. Los creyentes que celebran Halloween están practicando la idolatría porque están rindiendo culto al dios de este siglo como lo llama la Palabra de Dios en 2 Corintios 4:4. Su trabajo es cegar el entendimiento para que no les resplandezca la luz del evangelio. Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en Él. Si ocupamos con las tinieblas el lugar que le corresponde a la luz de Dios, estamos practicando la idolatría. Dios nos libre de eso. 

Finalmente concluimos que los creyentes no estamos exentos de caer en la idolatría.  Si pensamos que, porque no adoramos estatuas o imágenes, no corremos el peligro de caer en idolatría, hemos visto que cualquier cosa se puede convertir en un ídolo cuando ocupa el lugar de Dios. Debemos preguntarnos si hay algo que ocupa mi corazón por encima de Dios porque podríamos estar practicando la idolatría oculta. La idolatría trae consecuencias funestas como lo fue para el pueblo de Israel y aún más para nosotros que no nos hemos acercado al Monte Sinaí, pero sí a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos según lo dice Hebreos 12:18-24. 

Photo by Cristina Şopandă

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