Triple Certeza
1 Juan 5:18-20
18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.
19 Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.
20 Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.
Estamos por concluir este estudio secuencial de la carta de 1 Juan, y en la predicación anterior llamada “doble certeza” donde estudiamos capitulo 5:13-15 vimos que Dios quiere que tengamos una doble seguridad: en primer lugar, la seguridad de nuestra salvación si hemos creído en el Nombre de Jesucristo el Hijo de Dios, y en segundo lugar la seguridad de que El escucha nuestras peticiones, si pedimos conforme a Su Voluntad. Esta es una constante a lo largo de toda la carta. El Espíritu Santo inspira a Juan a traer certezas y seguridad doctrinal a la iglesia. Sabemos, por el contexto del cual hemos hablado durante todas estas enseñanzas, que los anticristos estaban predicando a un falso Cristo, falsas verdades, es decir, mentiras absolutas, y la iglesia estaba confundida y necesitada de certezas, de verdades absolutas. Está iglesia del primer siglo necesitaba con urgencia al Verdadero Cristo, a Cristo Jesús quien es la verdad misma. Por esta razón la carta concluye del mismo modo. La palabra que resalta en estos 3 versos es “sabemos”, y en este caso se nos exponen 3 certezas de las cuales hablaremos a continuación: numero 1, podemos estar seguros de que el pecado ya no nos gobierna. Numero 2 podemos estar seguros de que somos de Dios. Y numero 3 podemos estar seguros de que estamos en el Verdadero.
En primer lugar, el texto nos dice que podemos estar seguros de que el pecado ya no nos gobierna porque “el que ha nacido de Dios no practica el pecado” v18. Y si vamos a 1 Juan 3:6-9 allí se nos amplía mucho más esta verdad. Primero nos dice que el que permanece en Cristo no puede vivir en el pecado, y segundo nos dice que, si el Espíritu Santo nos ha hecho nacer de nuevo, es imposible que esa nueva criatura viva en el pecado. Si recordamos esa enseñanza entendemos que hay una gran diferencia entre pecar, y practicar el pecado, ya que el creyente peca ocasionalmente por consecuencia de la humanidad débil con la que luchamos día a día; pero ese pecado nos provoca repudio, lo aborrecemos, nos sentimos miserables, nos provoca dolor, es una carga, y el Espíritu Santo que vive dentro de nosotros los creyentes nos lleva al arrepentimiento, y no tenemos otra salida que ir postrados al Señor, confesando nuestros pecados porque El es el único fiel y justo que nos puede perdonar nuestros pecados y nos limpia de toda maldad (1 Juan 1:9). Mientras que practicar presupone una conducta repetitiva, que no causa molestia, que no incomoda para nada, que se ha convertido en un estilo de vida donde no nos importa lo que Dios piense o diga sobre nuestras acciones. Practicar el pecado es vivir en el, revolcarse y deleitarse en el; esa es la gran diferencia. Y es por esto que un hijo de Dios, un creyente verdadero, no puede practicar el pecado, no puede de ninguna manera vivir en el. Juan no está diciendo que el que ha nacido de nuevo jamás ha cometido un pecado o jamás lo cometerá. No, de ninguna manera. De hecho la Biblia nos muestra hombres de Dios, hijos de Dios regenerados que pecaron, tales como David, Moisés, Pedro, El apóstol Pablo, entre muchos otros, pero que desde el momento en el que nacieron de nuevo no practicaron más el pecado, no vivieron más en el, no se regocijaron en el, no era su estilo de vida, al contrario, se sentían cargados, arrepentidos, les dolía en lo profundo de su alma pecar contra Dios, se sentían miserables tal cual lo expresa el apóstol Pablo en su carta a los Romanos capitulo 7:21-24, o el rey David en el Salmo 51.
Por otra parte, en este primer versículo nos dá una razón del por qué los creyentes no podemos vivir en el pecado. Es imposible que practiquemos el pecado porque Cristo Jesús nos guarda; versión DHH “18 Sabemos que el que tiene a Dios como Padre, no sigue pecando, porque el Hijo de Dios lo cuida, y el maligno no lo toca”. El maligno ya no tiene poder sobre nuestra voluntad, ya no nos puede tocar, ya no puede ejercer dominio sobre nosotros, ya no somos esclavos del pecado ni obedecemos a sus deseos, sino que Cristo el Hijo de Dios nos guarda, nos cuida, nos ha hecho libres del poder del pecado, y si El nos guarda nadie podrá arrebatarnos de Su mano según Juan 10:27-29. Ahora, esto no significa que el maligno no nos tiente, por supuesto que lo sigue haciendo, pero ahora que ya no somos esclavos, podemos decir NO al pecado por el poder del Espíritu Santo, porque estamos en un proceso de santificación que tiene como fin la vida eterna, tal cual lo expresa Romanos 6:22-23.
En segundo lugar, el versículo 19 nos expone la segunda certeza: somos de Dios. Según 1Pedro 1:18-19 y 1 Corintios 6:20 somos de Dios, hemos sido comprados por un precio, no con oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo. Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, ahora le pertenecemos a Dios. Por lo tanto, no podemos presentar nuestros cuerpos al pecado, sino debemos presentarlos para que todo lo que hagamos le de gloria a Él. Debemos entregar nuestros miembros en servicio a Aquel que nos compró. Debemos entonces, como nos exhorta la Palabra, glorificar a Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu porque cuerpo y espíritu son de Dios. Pero el versículo no termina ahí, también nos dice que el mundo entero está bajo el maligno, bajo su influencia. Todo aquel que no tiene al Hijo de Dios está bajo el poder del maligno y la autoridad del pecado, cuyo fin es la destrucción del ser humano en todos los niveles y aspectos de la vida, y como último fin y el más grave de todos, la muerte y condenación eterna. Entonces, no existen más opciones según el texto, o somos de Dios o somos del maligno. No hay un punto medio, o entramos por la puerta estrecha y el angosto camino que lleva a la vida, o entramos por la puerta ancha y espaciosa que lleva a la perdición y muerte eterna (Mateo 7:13-14). Pero nosotros somos de Dios, le pertenecemos a Él, y El cuida de nosotros, nos sostiene en sus manos, y nuestras vidas y nuestra salvación en El están seguras.
Y por ultimo el verso 20 nos expone la seguridad de que estamos en El Verdadero. Lo primero que el verso nos muestra es que el Hijo de Dios ha venido, lo cual sin duda presupone que existía antes de venir a este mundo. Este verso nos habla en un principio de Su Eternidad, la eternidad de Jesucristo tal cual lo muestra Juan 1:1, en donde también afirma que Jesucristo es Dios. Y afirma que Dios hecho hombre, Jesucristo, ha venido al mundo para darnos entendimiento y darnos a conocer al único Dios Verdadero, a Dios Padre. Y esta afirmación en si misma es categórica, Juan inspirado por el Espíritu Santo está afirmando que solo hay un Dios verdadero, no hay espacio aquí para la “tolerancia” es completamente excluyente, solo hay uno Verdadero y es el Padre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Esto quiere decir que todos los demás son falsos dioses, todas las demás religiones son falsas, son mentira. Lo que Juan está exponiendo es una verdad radical. Hoy en día el hombre pretende ser mas benévolo que nadie y en su hipocresía dice que debemos aceptar las creencias de todos y respetar sus deidades, debemos “amarlos” como son y entender que hay diferentes caminos para llegar a Dios. Esto es totalmente herético y anti bíblico. Juan es claro, solo hay un Verdadero, y es el Dios Y Padre de nuestro Señor Jesucristo. La pregunta en este versículo sería ¿como Cristo nos da el entendimiento para conocer a Dios? Por medio de Su Palabra y la obra del Espiritu Santo. Veamos Juan 16:4-8. Aquí nuestro Señor Jesucristo dice que nos enviará a Espiritu Santo, al Consolador, y El nos convencerá de pecado, de justicia y de juicio. Entonces, Cristo da a conocer al Padre por medio de Su Palabra, la predicación de la misma y la obra del Espíritu Santo que convence a los oyentes, tal cual lo vemos en Juan 17:20-26.
Para concluir, el pecado ya no nos gobierna. Al creer en Cristo has nacido de nuevo y esta nueva criatura ya no es esclava del pecado, le pertenecemos a Dios. El nos ha comprado a un muy alto precio, la sangre de Su Hijo Jesucristo, y como Su propiedad no podemos más presentar nuestros cuerpos para la practica del pecado, sino que debemos presentarlos para la gloria y servicio de Su Nombre porque El es el Único Dios verdadero, y en El y solamente en El está nuestra Salvación.