“El nuevo Nacimiento”

Juan 3:5 “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Pastor Martinez)

Siguiendo con la serie del Espíritu Santo y algunas de sus funciones dentro de la vida del creyente vamos a analizar este pasaje tan conocido en el cual Jesús tiene un diálogo muy interesante con Nicodemo. Y a la luz de las escrituras vamos a analizar la gloriosa obra del Espíritu Santo y su intervención divina en el nuevo nacimiento que ocurre en el creyente. Y lo primero que haremos es ir un poco al contexto para entender quién es Nicodemo, según las sagradas escrituras Nicodemo no era cualquier persona, en Juan 3:1 vemos que es un judío perteneciente a los fariseos, y para ser más exactos la Biblia menciona que era un principal entre ellos; y si vamos un poco más profundo en el versículo 10 del mismo capítulo 3 la Biblia menciona que era un maestro de Israel, es decir, Nicodemo era toda una autoridad religiosa de la época, era un doctor en la ley, un especialista, alguien que gozaba de la autoridad y reconocimiento religioso de la época, era alguien que creía firmemente que por el cumplimiento de la ley y por sus obras podría alcanzar el reino de Dios. Tal vez pensamos que Nicodemo estaba totalmente equivocado y no nos equivocamos porque realmente lo estaba, pero en ocasiones algunos creyentes hemos creído o nos comportamos como si nuestras obras nos fueran a salvar, o que ya somos lo suficientemente “buenos” y que tenemos ganado un pedacito de cielo por tal bondad, y no hay nada mas equivocado que tal pensamiento. Por mas que asistamos a la iglesia, por más que participe en algún ministerio, por más que predique en un púlpito, o toque un instrumento en la iglesia, nada de eso me da entrada al reino de los cielos, podemos hacer miles de cosas y consagrar nuestras vidas 24/7 al ministerio y aún así no tener certeza de salvación porque simplemente cualquier cosa que hagamos es totalmente INSUFICIENTE para adquirir la salvación. Analicemos la respuesta de Jesús; El le dice a Nicodemo que no es suficiente nada de lo que el HAGA para su propia salvación, y en el Versículo 3 le dice claramente que el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios, y en el Versículo 5 le reitera que el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. 

Ahora surge un interrogante, porque? Porque nada de lo que hagamos por mas bondadoso que sea será suficiente la respuesta está en entender cuál era nuestra condición: 

1. Estábamos muertos: Según la escritura estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, Efesios 2:1-6, y un muerto no puede hacer nada por si mismo, es incapaz, un muerto no puede caminar, no puede comer, no puede hablar, no puede hacer méritos para salvación, no puede confesar nada ni mucho menos puede creer, y es aquí en donde se manifiesta la Gracia salvadora de nuestro eterno y sublime Dios, quien sin nosotros tener mérito alguno decide darnos a Jesucristo en propiciacion por nuestros pecados y con su muerte y resurrección saciar Su propia justicia a fin de imputarnos la justicia de su hijo Jesucristo, es decir, acreditar a nuestra cuenta la justicia de Cristo, por medio de la fe; fe que proviene de El mismo con el convencimiento de pecado proveniente de Su Palabra y la obra de Su Santo Espíritu como lo estudiamos la semana pasada. Entonces cuánto interviene el ser humano en la obra salvadora? En nada, absolutamente en nada, porque por Gracia somos salvos por medio de la fe, y esto no de nosotros, sino que es un don de Dios (Ef 2:8). 

2. Éramos esclavos del pecado: Juan 8:34. Jesús dice en este versículo que todo aquel que “hace pecado” esclavo es del pecado. Y en el original griego la palabra utilizada para “hace” es “poieo” que significa poner, practicar, procurar, es decir, cualquiera que procura y practica el pecado es esclavo del pecado, cualquiera que lo planea y se sacia en el pecado es un esclavo del mismo. Y en los tiempos de Jesús un esclavo no tenía derecho a voluntad, es decir, su voluntad estaba sujeta a las órdenes de su señor, no tenía la potestad de negarse a nada, no podía decir NO a nada. Así mismo alguien que no ha nacido de nuevo no puede decirle No al pecado, le es imposible porque es un esclavo, y su voluntad esta esclavizada al mismo pecado por lo tanto no existe el tan conocido libre albedrío, así que mis amados hermanos si no podemos decirle No al pecado es momento de analizar si realmente hemos nacido de nuevo, porque la escritura nos dice que si el Hijo (Jesucristo) nos libertare seremos verdaderamente libres. No puede haber un creyente esclavo del pecado, es imposible, así lleves 10 años en el evangelio, así partícipes en un ministerio, si no puedes decirle no a la practica de cualquier pecado es muy posible que aún no hallas nacido de nuevo, la escritura dice en 1 Juan 3:8 que el que practica el pecado es del diablo, así hoy en día por no herir la susceptibilidad de los hermanos no se predique esto, si sigues en adulterio o en fornicacion, en el chisme, en la mentira, etc y no puedes parar, si no puedes decirle No al pecado, entonces no has nacido de nuevo, y si no naces de nuevo no podrás entrar en el reino de Dios. 

Pero entonces que puedo hacer para nacer de nuevo y dejar de estar muerto y esclavo? La respuesta es tan clara como el agua, NADA!, nosotros no podemos hacer nada en nuestra humanidad, el nuevo nacimiento no puede ser producto de una carne mortal, el nuevo nacimiento proviene solamente de Dios a través de la obra de su Santo Espíritu en cada uno de nosotros, quien nos convence de pecado y por medio de Su Palabra nos lleva a un profundo arrepentimiento y rendición delante de su Divina gracia. El término “nuevo” utilizado en Juan 3:3 viene del griego “Anothen” que significa “de lo alto”, es decir, el nuevo nacimiento solamente puede venir “de lo alto” únicamente lo puede producir Dios en cada uno de nosotros, entonces lo que te queda por hacer mi amado hermano es rendirte delante de la gracia salvadora de nuestro Señor Jesucristo, humillarte delante de El, y sumergirte en el estudio de Su preciosa Palabra, porque sin duda alguna nuestra entrada en el reino de los cielos depende totalmente de El.  

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