LA OBRA TRANSFORMADORA DE EL ESPIRITU SANTO
2 Co 3:18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
Dice C.S. Lewis “Dios se hizo hombre... no simplemente para producir mejores hombres de la vieja clase, sino para producir una nueva clase de hombre.” Convertirse en una nueva persona es el deseo profundo de muchos. Pero esto no es posible sin la ayuda de El Espíritu Santo. Muy seguido oímos frases como “Ojalá pudiera empezar mi vida de nuevo”, o “cuánto me gustaría ser una persona diferente”. Es esto posible? La respuesta es “sí”. La respuesta y transformación está en el corazón mismo del Evangelio. Volver a empezar (un nuevo nacimiento) y ser transformados a la semejanza de Jesús (la santificación) son elementos esenciales de la vivencia cristiana para lograr estas metas es imprescindible la presencia de El espíritu santo . Estamos ante una realidad apasionante y una gran bendición. Ser transformado por el Espíritu Santo y ademas de que esto constituye el meollo del discipulado y se convierte, además, en poderosa herramienta de testimonio. Pero necesitamos abordar este tema con mucha sabiduría y, sobre todo, a la luz de las Escrituras. Como nos recuerda John Stott: “nunca debemos divorciar lo que Dios ha casado, es decir, su Palabra y su Espíritu. La Palabra de Dios es la espada del Espíritu. El Espíritu sin la Palabra no tiene armas, la Palabra sin el Espíritu no tiene poder” El apóstol Pablo escribe a los corintios i dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17). Esta grandísima afirmación de Pablo es a la vez punto de partida y resumen precioso de nuestro tema. No podemos, sin embargo, interpretar este versículo caprichosamente. Si no lo entendemos bien puede causar más frustración que inspiración, más confusión que estímulo.
Algunos cristianos piensan que con el nuevo nacimiento pueden empezar de cero en todas las áreas de su vida. Les gustaría que el Espíritu Santo los cambiara de forma total e instantánea, borrando todo lo que no les gusta, ya sea en su temperamento, su personalidad o los recuerdos del pasado. !Esperan nacer de nuevo en un sentido casi literal! Por tanto debemos ser cuidadosos al adentrarnos en el tema. Dios no nos promete eliminar un pasado doloroso o las limitaciones impuestas por nuestro temperamento y personalidad aquí en la tierra. El trabajo del Espíritu Santo dentro de nosotros no es destruir nuestro pasado sino construir nuestro presente y nuestro futuro, capacitarnos para vivir una nueva vida, la vida abundante de Jesús (Jn. 10:10). En este sentido, la paciente transformación del Consolador divino va mucho más allá de cualquier técnica o recurso humano porque no es algo natural, es sobrenatural. “La santificación sin la intervención de Dios es inimaginable. Con toda razón decía Pascal: Para hacer de un hombre un santo es absolutamente necesario que actúe la gracia de Dios, y quien duda de ello no sabe qué es un hombre ni qué es un santo”
Recibimos ojos nuevos: es decir “la mente de Cristo”. A medida que el Espíritu Santo nos va cambiando somos capaces de mirar todas las cosas (y a todas las personas, incluidos nosotros mismos) con ojos nuevos porque “las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”.
Esta nueva mirada es posible porque “tenemos la mente de Cristo” (1 Co. 2:16). La palabra mente aquí (nóos) no significa tanto pensar como percibir. Es una nueva percepción, una mirada nueva con ojos distintos. Cambia toda la perspectiva de la vida, nuestra cosmovisión. Pasamos a tener actitudes diferentes, nuevas prioridades, una nueva escala de valores, nuevas relaciones, una perspectiva de futuro llena de esperanza... todo se ve de forma diferente. El apóstol Pablo lo resume de forma muy precisa: “andamos en novedad de vida” (Ro. 6:4)
¿Qué se espera de nosotros aquí? Necesitamos permanecer en Cristo. Estar en Cristo es la única condición (Jn. 15:4-5). Para ello contamos con dos grandes recursos que son la esencia de nuestro alimento espiritual:
La oración que nos permite cultivar la presencia de Dios.
Las Escrituras que nos permiten nutrirnos de la Palabra de Dios.
Jn 6:63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida